LA CRÓNICA Y LA LITERATURA
No hizo falta mucho tiempo para que la crónica sobrepasara los escuetos límites históricos a los que se circunscribía. Si hasta estos momentos hemos sostenido que el género guardaba una íntima relación con la historia, su imbricación con la literatura hizo posible que agrandase su campo semántico.
Pronto se empezaron a utilizar en el género crónica formas típicas del relato de ficción. Además de las dos características ya mencionadas, la crónicas dedicadas a difundir los viajes de los aventureros renacentistas, las tomas heroicas de ciudades, los descubrimientos del Nuevo Mundo introducen narraciones, descripciones, creación de mundos imaginarios y alternativos, diálogos, retratos de personajes, comparaciones... más propios de la ficción literaria que de la rigurosidad histórica.
En estas crónicas de tema histórico aparecen relacionados elementos históricos junto con otros claramente inventados y fabulosos. Son narraciones que tratan un tema concreto, caso por ejemplo de Las Cruzadas, que se fueron enriqueciendo con abundantes materiales alejados de las fuentes y cercanos a la imaginación de sus autores. La literatura medieval española está salpicada de ejemplos en los que se repiten estas características, pongamos por caso, Crónica del condestable Miguel Lucas de Iranzo, Crónica del famoso caballero Cid Ruy Díaz Campeador Crónica Serracina, de Pedro del Corral... entre un amplio abanico de posibilidades.
En estas crónicas la ficción constituye una forma de representación gracias a la cual el autor plasma en el texto mundos que, globalmente considerados, no tienen consistencia en la realidad objetiva, ya que su existencia es puramente intencional. Son pues textos que se escapan a los criterios habituales de verdad/falsedad y responden a la lógica de la ficción ajustándose como criterio vertebrador a la coherencia interna. A los rasgos ya apuntados, hay que añadir uno más y sin duda matizar otro. Del maridaje de la crónica con la literatura destacamos la pasión por la palabra que demuestra el cronista. Es un artesano que dibuja en letra impresa el suceso que está viendo, del que es testigo e incluso, en ocasiones, del que es partícipe.
En la crónica novelística el lenguaje es un elemento esencial y no promocional. No es sólo un recurso retórico sino un modo distinto de enfrentarse a los hechos. La peculiaridad es que esa forma peculiar, singular y diferente de crear mundos alternativos sorprende y se sitúa en un limbo literario muy cercano al periodismo. El mensaje se adapta al estilo del autor y no a la inversa. El talento del escritor consiste en describir con minuciosidad de orfebre el rasgo seleccionado sin aburrir al lector. El cronista literario o el literato cronista, emplea la retórica como artilugio para embellecer el mensaje coloreándolo. Escribir con regusto, saboreando las palabras, es superar la monotonía de un hecho; es ampliarlo con matices nuevos. El lenguaje así entendido no es sólo vehículo de comunicación sino también un artificio de deleitación.
PREGUNTA: Un elemento fundamental que se adicionó a la crónica fue: