ARQUITECTÓNICA DE LA RAZÓN Y CONOCIMIENTO METAFÍSICO
1. La Sensibilidad
Es la facultad que nos brinda lo disperso de la experiencia, en un caos de sensaciones, y que por su medio se ordenan, a través de dos formas propias: el espacio y el tiempo.
La doctrina de Kant sobre estas dos formas de la sensibilidad se denomina estética trascendental y tiene como función mostrar el fundamento lógico de las matemáticas y la geometría. Para Kant el espacio y el tiempo son dos intuiciones puras a priori. La primera es la forma del sentido externo según la cual lo diverso se yuxtapone. La segunda, es la forma del sentido íntimo según la cual lo diverso se sucede. Sin estas dos formas no podríamos tener ninguna intuición sensible.
En cuanto formas, no son algo (cosa) que se dé, tienen un carácter eidético. Son formas de la sensibilidad (condiciones de posibilidad) a través de las cuales ordenamos la experiencia, constituyéndose así el fenómeno. La carencia de unidad que les es propia la suple el entendimiento quien unifica para producir de esta manera el conocimiento. El entendimiento obra sobre los fenómenos. Se trata de intuiciones puras, no se refieren por lo tanto a algo, sino más bien, a la forma como algo puede ser conocido y por lo mismo son a priori (no proceden de la experiencia; son anteriores a ella). La sensibilidad no es considerada en sí misma, sino en los conocimientos a priori cuya posibilidad determina. Tal es el sentido de la expresión trascendental.
2. El Entendimiento
Dijimos, más arriba, cómo la sensibilidad presenta el fenómeno al entendimiento. Este posee, como la sensibilidad, sus formas a priori, cuyo análisis constituye la analítica trascendental, y cuyo núcleo reside en la deducción de las categorías a partir de la tabla de los juicios.
El entendimiento es la facultad de los conceptos; éste reúne y sintetiza las intuiciones. Si nos representamos esta función de manera independiente a toda materia empírica, tendremos el concepto de a priori del entendimiento. El medio de que sirve el entendimiento para unir es el juicio y habrá en consecuencia tantos modos de unir como tipos de juicio sean posibles. Tenemos así la tabla de los juicios siguiente según la:
a) Cantidad: universales, particulares, singulares.
b) Cualidad: afirmativos, negativos, infinitos.
c) Relación: categóricos, hipotéticos, disyuntivos.
d) Modalidad: problemáticos, asertóricos, apodícticos.
A partir de esta tabla elaborada sobre la base de las cuatro funciones fundamentales del entendimiento (cantidad, cualidad, relación, modalidad) se deducen las categorías, mostrando la necesidad de estas, su naturaleza a priori y el que se trata de funciones del entendimiento humano y que por lo mismo no posee aplicación alguna fuera del mundo sensible.
a) De la cantidad: unidad, pluralidad, totalidad.
b) De la cualidad: realidad, negación, limitación.
c) De la relación: sustancia, causalidad, comunidad.
d) De la modalidad: posibilidad, existencia, necesidad.
A partir de estas categorías el entendimiento elabora el objeto de la ciencia. La representación de por sí, aislada, no constituye la experiencia, que es un todo. Esto no puede darse sino unificando lo disperso por medio de categorías como principios de enlace de lo diverso de la sensibilidad, para proporcionar así un objeto de experiencia.
Las categorías son pues síntesis que al no proceder de la sensibilidad, ni de una armonía preestablecida, ni de la casualidad, deben proceder de la espontaneidad del entendimiento, es decir que se trata de funciones a priori del mismo y no provenientes de la sensibilidad pasiva.
Este carácter de enlace supone la unidad de conciencia como fundamento (“unidad de apercepción pura”) de la unidad objetiva categorial. El entendimiento ejerce dichas funciones uniendo los fenómenos, a través de los juicios y refiriéndolos al yo. La expresión “apercepción pura” significa que se trata de la síntesis superior lograda por el entendimiento.
“El yo pienso debe acompañar a todas mis representaciones, sino habría en mi algo representado y no pensado; o sea, algo cuyas representaciones me sería imposible, o al menos, no sería nada para mí”. Este yo pienso, precede a todos los actos del entendimiento; apercepción pura, originaria, que acompaña a todas las percepciones empíricas.
En esta apercepción originaria se revela la unidad de conciencia del yo a través de las representaciones.
Unidad, por lo tanto, trascendental, en cuanto es la que hace posible todo conocimiento. La deducción consiste en mostrar que ésta funda la necesidad del enlace sintético a priori que se efectúa a través de las categorías.
Habría que preguntarnos ahora, por la relación existente entre las intuiciones y las categorías. ¿Cómo se establece la unión entre ellas? Por medio del esquematismo o sea las reglas según las cuales se pueden construir las imágenes correspondientes a un concepto. El esquema no es ni un concepto ni una imagen de la sensibilidad. Su naturaleza es intelectual y sensible, propiedades ambas que se dan en el tiempo. Cantidad, cualidad, relación y modalidad, son determinaciones temporales que corresponden, como vimos más arriba, a los grupos de las categorías y al hilo conductor de los juicios. Ejemplo: cuando se tiene una experiencia determinada de tiempo, se actúa la categoría que corresponde, unificamos en ella los fenómenos, conocemos y formulamos el juicio sintético a priori.
Principios del Entendimiento Puro
Los objetos del entendimiento puro son una condición de toda experiencia de los objetos, sino aceptando: a) que nuestras intuiciones son cantidades extensivas (axiomas de la intuición); b) que lo real tiene para nosotros una realidad intensiva (anticipaciones de la apercepción); c) que nos representamos un enlace necesario entre nuestras percepciones (analogías de la experiencia) donde se demuestre que los cambios se dan según la ley causa-efecto; d) que las sustancias se interactúan, y finalmente, e) que nos representamos las cosas como posibles, reales o necesarias (postulados del pensamiento empírico).
La idea central a la que llega Kant es la siguiente: “las condiciones de posibilidad de la experiencia en general son igualmente las condiciones de posibilidad de los objetos de la experiencia y tienen por esta razón un valor objetivo en un juicio sintético a priori”
Con estos principios se fundamenta la objetividad del conocimiento y de las leyes de la naturaleza en cuanto conocimiento de fenómenos. En cuanto es conocimiento de fenómenos exige la existencia de lago de lo cual es apariencia o sea el “noumeno” o “cosa en sí”. Categoría descartada por el empirismo y rescatada en toda la fuerza de su significación por Kant.
La conclusión de que todo lo dicho se desprende para el problema de la metafísica será la de que no es posible su existencia como ciencia; conclusión que hasta este momento es derivada del problema de que se ocupa la analítica y la estética trascendental a saber, la posibilidad de los juicios sintéticos a priori. Más adelante abordara Kant de manera precisa el problema de la metafísica.
Hasta aquí nos queda claro que para establecer la posibilidad de los juicios sintéticos a priori es necesario volverse sobre el sujeto cognoscente, para ver las condiciones empíricas que regulan los objetos de la experiencia y que se sitúan al nivel de la sensibilidad (espacio-tiempo) y del entendimiento, el cual, a través de las categorías unifica las intuiciones dadas por la sensibilidad, unificación que tiene como fundamento, la unidad de apercepción pura (o unidad de conciencia) acompañando todas las representaciones; y como principio, los principios del entendimiento puro, no anteriores a su aplicación al uso de las categorías. Todo conocimiento es en adelante conocimiento de fenómenos, sin que esta afirmación niegue la existencia de la cosa en sí.
Dialéctica Trascendental
Aunque se haya sacado como conclusión derivada la imposibilidad de la metafísica como ciencia es necesario no obstante analizar sus pretensiones para conocer los objetos de que se ocupa: Dios, mundo y alma, dando origen a la así llamada metafísica especial (teología, cosmología y psicología). Podremos apreciar así los errores en que incurre la razón cuando sobrepasa sus límites al igual que juzgar los límites del entendimiento finito.
El hombre posee además de la sensibilidad y el entendimiento, la razón, facultad de lo absoluto. Poder que aspira a la posesión de lo verdadero, a la intuición total. Facultad, por definición insatisfecha, frente a las conquistas del entendimiento finito.
“Sobre esta no hay nada más alto para elaborar la materia de la intuición y ponerla bajo la suprema unidad del pensamiento”. Pues bien, la razón es el órgano del conocimiento metafísico y su pretensión consiste en ir más allá de toda experiencia posible.
Hay dos usos de la razón de los que se ocupa la dialéctica trascendental que debemos distinguir, a) Uso lógico: “Cuando hace abstracción de todo contenido del conocimiento”. b) Uso real: “Cuando contiene el origen de ciertos conceptos y principios que no toma la razón de los sentidos ni del entendimiento”. En este segundo sentido es una facultad trascendental que produce conceptos. En adelante nos ocuparemos de esta.
La razón en su uso difiere del entendimiento. Si a este se le denomino el Poder de reglas, facultad de conocer a priori, a la razón la podemos llamar el poder d e los principios, facultad de captar a priori lo incondicionado. Así como el primero unifica los fenómenos por medio de reglas, ésta unifica las reglas por medio de principios. No se encuentra en relación inmediata con la experiencia sino con el entendimiento a fin de obtener a priori y por medio de conceptos, una unidad racional de los conocimientos variados del entendimiento. En efecto, éste a través del juicio subsume una intuición bajo un concepto; el razonamiento, mediante el término del silogismo, muestra en cuales condiciones la inclusión es legítima.
El propio Kant señala en la Introducción a la “Crítica de la Razón Pura” que esta expresión es un tanto inexacta pues a veces decimos que somos capaces de obtener a priori algunos conocimientos que, sin embargo, derivan de fuentes empíricas "Macht der Regeln" ( Poder de las reglas). Estos conocimientos no los derivamos inmediatamente de la experiencia pero sí de alguna regla universal que descansa, no obstante, en ella: si quitamos los cimientos de nuestra casa podremos saber a priori, antes de que ocurra, que nuestra casa se va a caer. Pero esto no es enteramente a priori pues necesitamos saber, por experiencia, que los cuerpos pesados se caen. En conclusión, entiende por conocimiento a priori el que es absolutamente independiente de toda experiencia, no de esta o aquella experiencia.
La necesidad y la universalidad estricta son criterios seguros de conocimiento a priori y se hallan inseparablemente ligados. Kant creyó que la matemática y la física pura (los principios de la física de Newton) no tienen un origen empírico sino a priori. La metafísica es incapaz de alcanzar conocimiento sintético a priori.
Se procede de lo condicionado a la condición. Pero, cuál sería el límite de este proceso. Existe una condición última no condicionada, puesto que la regresión al infinito o satisface la unidad exigida por la razón. Esta tiene que proceder mediante ideas (Platón). Estas son arquetipos de la razón que se inscriben en el ámbito de lo problemático. De ellas no tenemos conocimiento alguno, pero las postulamos en el ámbito de lo incondicionado. Son realidades sobre las cuales podemos establecer juicios prácticos, reguladores de la acción del hombre, y son ellas: Dios, mundo y yo.
El error de la razón consistirá en sobrepasar este ámbito. Cuando hace tal cosa cae en paralogismos y antinomias, como en efecto sucedió con la metafísica tradicional al darles valor trascendente a sus ideas-objeto.
A partir de una comprensión de éstas como ideas trascendentales, Kant emprende una crítica a la cosmología, psicología racional y teología que pretendían erigirse en disciplinas científicas, bajo la creencia de que podría darse una intuición empírica o intelectual del alma, del mundo, o de Dios.
Si bien es cierto que Kant muestra la imposibilidad para la metafísica de convertirse en ciencia, también lo es que al mismo tiempo funda la posibilidad de que el hombre, previo reconocimiento de los límites del entendimiento, se habrá al horizonte de lo incondicional evadiendo las pretensiones del entendimiento, sin que por ello desaparezca.
En el límite del entendimiento finito emerge la lógica de la razón. Postular la existencia de este horizonte no significa que se suprima el hecho inevitable de que el hombre como ser finito pretenda siempre en el uso ilimitado de sus facultades, convertir las reglas y máximas subjetivas del uso de la razón en principios objetivos. Por el contrario, permite asumir este hecho a la vez que reivindicar los derechos del entendimiento, como también, reconocer sus límites. Conviene distinguir entonces, entre entendimiento y razón. El primero es la facultad de conocer de manera cierta el espacio de nuestra experiencia y los objetos que la constituyen.
La segunda, permite formar los juicios prácticos reguladores de la acción, sin que brinden conocimiento. A través de ambos unificamos la experiencia, tanto en el ámbito de la naturaleza como en el de la libertad. Dada la diferencia entre una y otra facultad, conviene recordar que su unidad no puede lograrse en el uso empírico del entendimiento.
La libertad comienza en los límites del hombre finito, una vez conocida esta finitud. Se abre así el espacio de la moralidad determinando la reflexión de Kant acerca de la arquitectónica de la razón, haciendo explicito su interés antropológico. ¿Qué puedo conocer?, ¿Qué puedo hacer? y ¿Qué puedo esperar?, no tienen sentido para él sino por referencia al hombre, quien de una parte se reconoce sometido a una legalidad natural y de otra parte, con la capacidad de sobrepasarla en el ejercicio de su libertad.
PREGUNTA: ¿Cuál es la tabla de los juicios?