El Ser Como Idea Para situar el pensamiento de Platón sobre el conocimiento ontológico, recordemos que uno de los principales problemas a los que se enfrenta en su primera época es el de la relación entre ética y ciencia. La aspiración socrática fue encontrar conceptos universales que fundamentaran el comportamiento humano, protegiéndolo así de la arbitrariedad de los gustos, de las presiones ideológicas y de los intereses políticos. Si reflexionamos sobre esta exigencia encontramos que Sócrates intento hacer con el mundo ético-político algo semejante a lo que los “físicos” hicieron con el mundo de las relaciones materiales. Los primeros filósofos, con su concepción de la physis, pusieron el mundo físico al abrigo de las potencias divinas del mito, proponiendo una comprensión de la realidad basada exclusivamente sobre causas materiales inmanentes. Sócrates propone algo semejante, pero no idéntico, ya que no proponía una lectura material de la ética, pero sí exigía una comprensión científica de la ética, lo cual le parecía posible en la búsqueda de conceptos universales. Podemos deducir que para Sócrates la ética estaba aún acantonada de una concepción mítica (y nosotros debemos preguntarnos si actualmente, en el siglo XX, no lo está todavía). En definitiva, Sócrates busca el ser estable y permanente, de la ética; esto, como hemos visto, es la principal preocupación de Platón en sus diálogos de juventud. Pero Platón no empieza formular una respuesta específica a esta problemática hasta después de su primer viaje a Italia del sur, cuando conoce el pitagorismo y vuelve a Atenas introduciendo la nueva doctrina de las Ideas. Las Ideas constituyen la solución platónica al problema de la ciencia (las Ideas son el ser permanente de las cosas) y al problema ético-político (las Ideas son el modelo de las acciones humanas). Veamos cómo puede las Ideas satisfacer esta triple dimensión. El termino Idea (del griego Eidos) significa, originalmente, “aspecto”, “forma” de una realidad, siendo inseparable de la acción de “ver” con la cual se capta. Así, el campo semántico del término Idea podría ser sintetizado de la siguiente forma: El “aspecto” o “semblante” con el cual se hace presente o se deja de ver una cosa. El sentido del término es, pues, principalmente, físico y ligado a la operación sensitiva de la visión, pero sin excluir un cierto conocimiento de la inteligencia que se prolonga a través de los sentidos; este último aspecto está claramente explicitado en el verbo idein, que podríamos traducir “idear”, y cuyo significado original es: conocer lo que se deja ver, saber a través del aspecto o forma con el cual se presentan las cosas. Platón conserva inicialmente este sentido original, pero a partir de los diálogos de la segunda época y, especialmente, a través de las grandes obras que constituyen el tercero y cuarto períodos de su vida (365-348), la dimensión inteligible de la Idea (Eidos) adquiere una gran importancia, hasta llegar al punto de anular la dimensión físico-sensible que caracterizaba principalmente el termino en su sentido original. La Idea llega a significar la forma o el aspecto inteligible de una realidad, su noción o concepto. La idea es lo que ve la inteligencia. Según Platón, lo más evidente para la inteligencia es lo más real; como consecuencia, lo evidente para los sentidos, concretamente para la vista, lo físico, pasa a ser apariencia, algo menos real. Así se constituye una desconfianza profunda hacia el mundo físico y hacia los sentidos. El ser real de las cosas es lo evidente para la inteligencia. Esta filosofía intelectualista o idealista de Platón se desarrolla en los diálogos de la segunda época, pero se afirma en los de la tercera y cuarta: Parménides. Teeteto, Sofista, político, Filebo, Timeo, Critias y Leyes. No obstante, para precisar esta perspectiva hacia la cual orienta Platón el problema del conocimiento, debemos considerar la dimensión óntica de las Ideas; los dos aspectos son inseparables. PREGUNTA: ¿En el tercer y cuarto periodo de vida de Platón, que dimensión le dio a la Idea?