La Grande y Felicísima Armada, más conocida como la Armada Invencible, fue el nombre que dio Felipe II a la gran flota que armó en 1588 para invadir Inglaterra. El envío por parte de Felipe II de esta flota, con la intención de invadir y controlar la política exterior inglesa (principalmente en lo referente a la piratería y la guerra de Flandes), supuso el comienzo de las hostilidades de una guerra en la que finalmente España perdió contra Inglaterra, ya por la pérdida de navíos en el temporal, como por la épica lucha entre los dos titanes. Aún así, después del temporal, más de la mitad de los navíos llegaron a Inglaterra. Al ganar ésta un tratado de paz favorable en 1604. La supremacía española en los mares permanecería indiscutida hasta la Batalla de las Dunas (1639)
Debía mandarla el almirante de Castilla Don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, pero murió poco antes de la partida de la flota, siendo sustituído a toda prisa por el duque de Medina Sidonia, Grande de Castilla. Estaba compuesta de unos 137 barcos. la idea era recorre el Canal de la Mancha y recoger un ejercito español de 30.000 hombres dirigido por Alejandro Farnesio (Duque de Parma); éstos pasarían el canal en barcazas protegidos por la flota para desembarcar en la costa del condado de Kent.
Los Preparativos
El 19 de Febrero de 1588, Alonso Pérez de Guzmán recibe el anuncio de la muerte del Marqués de Sta. Cruz y la orden de partir a Lisboa [2]. La Grande y Felicísima Armada se queda sin el arquitecto que la diseñó y Felipe II encomienda el mando de la empresa a Alonso Pérez de Guzmán el Bueno y Zúñiga VII Duque de Medina Sidonia, quizás por razones más políticas que militares, quien no tiene menos reparos en la misión que su predecesor.
Es fácil comprender la desesperación del duque, quien, según algunos autores afirman, había declarado de sí mismo «no soy hombre de mar, ni de guerra», aunque en su descargo y según las cartas enviadas al rey podemos leer en concreto:
V.M. me mandó viniese a Lisboa a aparejar esta armada y traerla a mi cargo. Y en aceptar la jornada propuse a V.M. muchas causas propias de su servicio, por do no convenía el que yo la hiciese, no por rehusar el trabajo, si no por ver que se iba a la empresa de un reino tan grande y tan ayudado de los vecinos y que para ello era menester mucha más fuerza de la que V.M. tenía junta en Lisboa. Y así rehusé este servicio por esta causa. Y por entender que se facilitaba más a V.M. el negocio de lo que algunos entendían, que sólo miraran a su real servicio, sin más fines.
A partir del 22 de julio, cuando alcanzaron el golfo de Vizcaya, las fuertes tormentas y el estado de la mar provocaron que para el 28 del mismo mes una parte de la flota (40 barcos) se hubiera perdido y separado del resto. Tuvieron que pasar otros dos días más para que los barcos perdidos regresaran al grueso de la flota, desafortunadamente para ellos ya habían sido avistados por el barco inglés «Golden Hind» comandado esta vez por Thomas Fleming quién tuvo tiempo de dar la voz de alarma mientras la «Grande» aún se recomponía.
Lo que sí es cierto y un hecho, es que la flota inglesa fondeada en Plymouth no tenía posibilidades de zarpar ya que ni el tiempo ni la mar se lo permitían en ese momento. Con la brisa en contra y la subida de la marea la flota inglesa se encontraba atrapada en el puerto, además en esos mismos instantes la "Armada Invencible" navegaba viento a favor, a barlovento. Algunos historiadores, muchos de los cuales basan la derrota en la incompetencia de Medina Sidonia, afirman que el segundo al mando, Flores Valdés (también se barajan otros nombres como Oquendo y Recalde) sugirió al comandante de la flota copar a los ingleses mientras se encontraban incapacitados en el puerto. Pero es de suponer, y no deja de ser otra conjetura aunque probable, que Medina Sidónia, llevado por la obediencia ciega a su rey, tenía unas directrices inamovibles a seguir: reunirse a toda costa con las tropas que esperaban en Flandes y lanzarse sobre Inglaterra en cuanto les fuera posible.
A todas luces era un plan simple que aquella inmensa y potente flota podría completar sin problemas dada la estimación hecha sobre la flota enemiga. Parece habitual que se mencione reiteradamente dicha incompetencia de Medina Sidónia, pero por otro lado, otros autores consideran que siempre actuó eligiendo la mejor y más coherente de las opciones para la flota . Así, en definitiva, no parece haber constancia de la advertencia del segundo sobre atacar a la flota inglesa en puerto y las afirmaciones, quizás exageradamente humildes dado su carácter modesto y obediente, de Alonso Pérez de Guzmán sobre sí mismo pudieron contribuir a esta idea de incompetencia sobre su liderazgo de la flota en materia militar.
Primeros encuentros
El 31 de Julio, la flota inglesa comienza a avasallar tímidamente a la "Armada Invencible" y al margen de las primeras tomas de contacto y estimación del poderío adversario, se realizan por parte inglesa los primeros ataques con tímidos cañoneos a larga distancia; en una de estas refriegas ocurren dos accidentes no tan importantes para la "Grande" como el motín conseguido por los ingleses: se pierden dos galeones españoles, el navío insignia de Pedro de Valdés al mando de la flota andaluza (11 navíos) "San Salvador" y el “Nuestra Señora del Rosario”.
En el primero parece ser que explota la santabárbara del buque, el pánico y desconcierto del personal a bordo hacen que éste se entregue y quede a merced de Drake, de nuevo, algunas leyendas afirman que fue una consecuencia de un acto de sabotaje inglés... pero tampoco hay constancia de nada que se parezca a este hecho.
El otro galeón, el "Nuestra Señora del Rosario", en una maniobra de abordaje sobre un navío inglés, choca con otro barco español quedando inutilizado su mástil y por lo tanto sin posibilidad de hacer frente a ningún ataque... corriendo la misma suerte que el "San Salvador", queda a merced de los ingleses junto con su tripulación y ambos acaban en los puertos de Weymouth y Darmouth, respectivamente.
La pérdida de dos navíos importantes como los mencionados así como las pequeñas refriegas, no fue tan grave para los españoles como el botín conseguido por los ingleses ya que, al menos uno de ellos, iba repleto de víveres, munición (aunque poco quedaría del San Salvador) y demás material para el aprovisionamiento de la "Grande". Aunque dadas las circunstancias posteriores y las dificultades de la Armada para fondear en Flandés ambos navíos quizás hubieran sido mortales de necesidad.
Aún así, parece evidente que dos galeones de los 140 navíos españoles no era, en aquel momento, una gran pérdida cuantitativa aunque quizás sí algo más cualitativamente, pero cuando los problemas empezaron a superar a la "Felicísima" cualquier navío por poco importante que pareciera se convirtió en vital para su objetivo.
Los ingleses volcaron toda su furia artillera sobre los españoles, y finalmente Drake envió varios barcos en llamas (brulotes) contra la flota española, que trataba de aislar al barco de Drake. Los ingleses intentaron detener a la Gran Armada hasta agotar totalmente su munición, pero tras constatar la superioridad y la potencia de fuego española, la flota inglesa se dio a la fuga, llevando nuevamente a Inglaterra noticias de una «Armada Invencible». Con esto queda desmentida la teoría de la superioridad cañonera inglesa; los hechos históricos describen una actuación más típica de una flota inferior enfrentándose como buenamente podía a otra muy superior y más poderosa, con la esperanza de retrasar en la medida de lo posible la inevitable invasión de Inglaterra.
Éste fue el mayor enfrentamiento naval de la "Grande y Felicísima Armada" contra la marina inglesa, resultando 1 barco hundido y otros seriamente averiados, 300 víctimas por parte española frente a unos 200 muertos por parte inglesa. Resulta reseñable que los españoles no consideraron la puesta en fuga de la flota inglesa como una victoria naval, pues además de haber sufrido más víctimas, su objetivo durante el combate no era ya la destrucción de la flota inglesa, sino la captura de Francis Drake.
A estos hechos, siguieron las grandes dificultades de la Gran Armada para recalar en los puertos flamencos y un empeoramiento repentino de las condiciones meteorológicas en la zona, lo que llevó a la flota inglesa a recalar en sus puertos esperando un milagro, y a la dispersión de la flota española hacia el Mar del Norte y el Mar de Irlanda con los subsiguientes desastres y hundimientos en las abruptas y tormentosas costas británicas, que causaron un gran número de bajas entre los españoles.
Así pues, el desastre de la "Grande y Felicísima Armada" ha de ser considerado, desde un punto de vista objetivo, un gran fracaso español, y no una gran victoria militar inglesa, como tantos historiadores y cronistas anglosajones han pretendido durante siglos.
Se cuenta que a la vuelta de la Armada a España, Felipe II dijo: «Yo envié a mis naves a pelear contra los hombres, no contra los elementos» . Sin embargo, muchos autores consideran esa frase como falsa. Más bien apuntan a que Felipe II sufrió una crisis de fe al verse abandonado en aquella misión que consideraba sagrada, en el margen de una de las cartas enviadas al duque de Parma autores como Carlos Gómez-Centurión sí dan por escrita por el propio rey la frase: «En lo que Dios hace no hay que perder ni ganar reputación, sino no hablar de ello» .
PREGUNTA: La armada invencible fue creada con el frime proposito de: